¿Una novela ambientada en Copiapó?

Entre lutos y desiertos  

Gonzalo Hernández.

El detective Gustavo Huerta ha vuelto a sus andanzas de pequeño delincuente, conductas que en Colonia de perros -la novela en la cual lo conocimos- pretendió abandonar. Convertido en microtraficante de marihuana y viviendo en una población de Copiapó, esta vez debe indagar en una desaparición de la que se siente responsable.

Francisca, su novia, no está en casa cuando él regresa de un viaje a Ovalle para abastecerse de drogas, al cabo de un par de días decide asumir la investigación y, mientras esta se desarrolla, teme que pueda haberle ocurrido lo peor. En el trayecto y entre borracheras, bruma de marihuana y los equívocos habituales de su actuar, debe enfrentarse a una trama de corrupción política y económica, de sadismo perpetrados por sujetos limítrofes y sus banalidades del mal, para buscar en el giro final la redención desde la más extremas de las marginalidades, pese a que esta vez deberá pagar por sus estropicios y heterodoxos métodos. Nuevamente, con los recursos que le permite el género y con su acostumbrada agilidad narrativa, Gonzalo Hernández aborda una lectura crítica de la sociedad y la política, sometidas al poder del dinero. Y de paso deja, una vez más, espacio para la risa con las peripecias de su entrañable personaje.

“El detective Gustavo Huerta, investigador privado, es bastante inusual si se compara con Sam Spade o Phillip Marlowe. Es chileno, primero que todo, tiene pésima caña, es bravo pa’los completos, sus problemas de plata carecen de glamour en blanco y negro, y protesta contra el intrincado sistema bancario de la misma manera que tanto chileno que anda suelto por ahí: agarrando a puteadas al cajero”. Ernesto Salgado, www.cinematografia.cl

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COLIPÍ 518 – COPIAPÓ

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